Preguntas y respuestas 

Comisión Doctrinal – International Catholic Charismatic Renewal Services

Anno 2017

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Muchas personas hoy en día están redescubriendo una verdad que siempre ha sido parte de la tradición católica: que nuestra vida en la tierra no es solo un peregrinaje de fe sino también una lucha constante contra el mal y contra Satanás, el príncipe de las tinieblas, quien busca apartarnos de Cristo y hacernos cautivos del pecado, de la confusión, de la amargura, del cinismo y de la desesperación. ¡Pero Cristo ha vencido! En él, somos liberados del dominio de Satanás y capacitados para resistir la continua influencia de los espíritus malignos. El redescubrimiento de esta realidad ha llevado a un marcado incremento de los ministerios de exorcismo y liberación en la Iglesia actual.

Tanto el exorcismo como la liberación implican la expulsión de espíritus malignos, pero hay una distinción muy importante entre ellos. El exorcismo es un rito litúrgico de la Iglesia para liberar a una persona endemoniada. La posesión demoníaca es una forma extrema, pero relativamente rara, de esclavitud demoníaca en la cual el o los demonios pueden (a veces) tomar control del cuerpo de una persona y controlar sus palabras y acciones. El exorcismo puede ser realizado solamente por un obispo o por un sacerdote con el permiso del obispo (CIC 1673). La liberación, por otra parte, es el ministerio de liberar a las personas de formas de influencia demoníaca más leves. No implica ninguna forma preordenada ni rito litúrgico de la Iglesia y puede ser llevado a cabo por cualquier de fiel.

Aunque solo un obispo o sacerdote puede realizar el rito del exorcismo, los laicos pueden estar involucrados en exorcismos ejerciendo un papel de apoyo. Hay muchos exorcistas que trabajan con colaboradores laicos en el ministerio, especialmente laicos que tienen el carisma del discernimiento de espíritus. Pueden ayudar al exorcista a determinar qué espíritus están afectando y cómo lidiar con ellos.

El ministerio de liberación es ampliamente practicado por laicos y sacerdotes en todo el mundo. Por ejemplo, muchos obispos han invitado a laicos que son capacitados en el modelo de liberación para prestar ese ministerio en sus diócesis. La necesidad de este ministerio es vasta debido al enorme número de personas que sufren diversas formas de opresión demoníaca. La opresión demoníaca puede darse como resultado de prácticas ocultistas o de un pecado grave, pero también puede resultar de traumas y heridas que hacen que las personas sean vulnerables al engaño espiritual y abran una brecha a la influencia de espíritus malignos. El ministerio de liberación ayuda a las personas a recibir sanación en Cristo, de modo que las aberturas sean cerradas y los espíritus malignos ya no tengan el poder de engañarlos y atraparlos.

Algunas personas han oído que no está permitido a los laicos dar órdenes directas a los demonios. Sin embargo, no hay base para este punto de vista en la Escritura o en la enseñanza de la Iglesia. Jesús mencionó la expulsión de demonios como uno de los signos que acompañarían a los cristianos en su misión evangelizadora: «A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre…» (Mc 16, 17). En la Iglesia primitiva, la expulsión de demonios por parte de los laicos era una parte importante de la obra de evangelización. Aunque la Iglesia en los últimos siglos ha restringido el rito del exorcismo a los sacerdotes por razones pastorales, no ha restringido la práctica de la liberación.

La Iglesia, con todo, estipula que los laicos (o cualquier otro que no sea un exorcista designado) no deben interpelar a los demonios o dialogar con ellos. La única manera apropiada para que los seglares se relacionen con los espíritus malignos es ordenándoles, en nombre de Jesús, que salgan o dejen de oprimir a una persona.

El hecho de que sea permisible para los laicos hacer liberación no significa que cualquier laico pueda participar en este ministerio. No todos son llamados a él, y no todos tienen los dones necesarios ni la formación. Hay diferentes niveles de participación en la liberación, y hay una necesidad de sabiduría pastoral y discernimiento en la determinación de quién debe participar.

Una buena regla es la siguiente triple distinción. Primero, todos los cristianos pueden auto liberarse, es decir, pueden tomar medidas para liberarse de la opresión demoníaca a través de la oración y tomando autoridad sobre los espíritus malignos en el nombre de Jesús. Segundo, cualquier persona que vive una vida cristiana madura puede hacer liberación de forma ocasional por los miembros de la familia, amigos, miembros de su grupo de oración u otros, como por ejemplo una persona a la que están evangelizando. Finalmente, algunas personas están llamadas a practicar la liberación como ministerio, regularmente y a personas que no conocen personalmente. Aquellos involucrados en este ministerio deben ser personas de madurez cristiana, salud psicológica, santidad de vida y humildad, y el ministerio debe responder ante la autoridad de la iglesia (generalmente el obispo local o su delegado).

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