Preguntas y respuestas 

Comisión Doctrinal – International Catholic Charismatic Renewal Services

Anno 2016

¿Está bien participar con otros cristianos en sus servicios de comunión? En el espíritu de unidad, cuando asistimos a un evento ecuménico, ¿es posible compartir la «fracción del pan» con nuestros hermanos, sabiendo con plena conciencia que no es la presencia real? ¿Qué es aceptable en una situación así?

Responderemos a estas preguntas en dos niveles: 1. ¿Cuál es la ley y la enseñanza de la Iglesia católica? 2. ¿Como católicos cómo debemos abordar esto en la situación ecuménica en desarrollo?

 

La ley y la enseñanza de la Iglesia

 

Esta cuestión está tratada en el Catecismo de la Iglesia Católica (párr.  1398-1401). Se hace una clara distinción entre las Iglesias orientales que no están en comunión con Roma —esto es, la ortodoxa y las orientales— (párr. 1399) y las comunidades protestantes (párr. 1400). Con los ortodoxos, existen circunstancias en las que, con la aprobación de la autoridad eclesiástica, una cierta comunión «no solamente es posible, sino que se aconseja» (párr. 1399). Sin embargo, estas condiciones rara vez se cumplen, ya que los requi-sitos ortodoxos son más estrictos que los católicos. Estas restricciones deberían respetarse (Directorio para la aplicación de los principios y normas sobre el ecumenismo [1993], párr. 132).

Recibir la comunión en una Iglesia protestante nunca está permitido para un católico, porque estas comunidades «sobre todo por defecto del sacramento del orden, no han conservado la sustancia genuina e íntegra del misterio eucarístico» (párr. 1400). Esta última cláusula se refiere a que la Iglesia católica no reconoce en las comunidades protestantes un ministerio traspasado por la sucesión apostólica de los obispos desde el principio.

 

Nuestro planteamiento hoy

 

Es importante reconocer también, sin embargo, que han existido grandes cambios de actitud y en las relaciones entre la Iglesia católica y otros cristianos, ya que la Iglesia se ha comprometido en el movimiento por la unidad en el Concilio Vaticano II. Estos cambios se están acelerando con el papa Francisco, que está enfatizando la urgencia de sanar las heridas de la división, y quien manifiesta una gran apertura hacia los cristianos evangélicos y pentecostales. En esta nueva situación, en la que todos estamos siendo conducidos más allá por el Espíritu Santo, debemos preguntarnos qué actitud deberíamos tener los católicos hacia el culto y la liturgia de otras iglesias y comunidades, especialmente hacia la Eucaristía o Cena del Señor.

Primero, tenemos que respetar todo lo que hacen otros cristianos, como aquellos que buscan sinceramente vivir y servir como discípulos de Jesucristo. Esto quiere decir que tenemos que respetar sus celebraciones de la Cena del Señor o Eucaristía, aunque no las reconozcamos como idénticas a la misa católica. Esto fue recomendado incluso en el Vaticano II, reconociendo que las comunidades protestantes «al conmemorar en la Santa Cena la muerte y la resu-rrección del Señor, profesan que en la comunión de Cristo se significa la vida, y esperan su venida gloriosa» (decreto Unitatis redintegratio sobre el ecumenismo 22, también citado en el Catecismo [párr. 1400]). Esto es todo lo que la Iglesia católica enseña sobre los servicios de comunión en iglesias protestantes.

Ahora que la Iglesia católica reconoce la presencia y acción del Espíritu Santo en la vida y ministerio de las comunidades protestantes, ¿sigue siendo realmente admisible que los católicos hablen y actúen como si los servicios de comunión protestantes estuviesen vacíos, desprovistos de la presencia del Señor? No sabemos de qué maneras el Señor Jesús está presente en ellos. Pero no es que no sean nada, así como los ministros protestantes no es que no sean nada (un hecho reconocido por la apertura de la Iglesia a ordenar como sacerdotes a pastores protestantes casados que se han hecho católicos). No podemos decir con plena conciencia que no es la pre-
sencia real. Podemos aplicar aquí la enseñanza de Jesús en el sermón de la montaña: «Si a alguno de ustedes le pide su hijo pan, ¿le dará una piedra?» (Mt 7, 9). Podemos ver que cuando otros cristianos celebran la Cena del Señor están de alguna manera pidiéndole pan al Padre. Damos gracias al Señor por lo que sabemos que ha dado a la Iglesia católica y pedimos que les dé este mismo don en su ple-nitud a nuestros hermanos y hermanas protestantes. La enseñanza del Vaticano II en la constitución Sacrosanctum concilium sobre la sagrada liturgia es que el Señor está presente de diversas maneras en la liturgia eucarística, «sobre todo bajo las especies eucarísticas», pero también, por ejemplo, «en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es él quien habla. Está presente, por último, cuando la Iglesia suplica y canta salmos» (párr. 7; la última frase cita luego Mt 18, 20). Estas formas de presencia se encuentran entre los protestantes.

El planteamiento, muy respetuoso sobre esta cuestión, del papa Francisco es instructivo y retador para todos los católicos. Cuando el santo padre visitó un templo valdense en Turín (Italia) el año pasado, comentó positivamente sobre un gesto reciente concerniente a la Eucaristía y la cena del Señor: «Quiero recordar el intercambio ecuménico de dones que, con ocasión de la Pascua, en Pinerolo, realizaron la Iglesia valdense de Pinerolo y la diócesis. La Iglesia valdense ofreció a los católicos el vino para la celebración de la vigilia de Pascua y la diócesis católica ofreció a los hermanos valdenses el pan para la santa cena del domingo de Pascua. Se trata de un gesto entre las dos Iglesias que va más allá de la simple cortesía y que permite pregustar, en ciertos aspectos —pregustar, en ciertos aspectos—, la unidad de la mesa eucarística que anhelamos» (Discurso a los cristianos valdenses, 22 de junio de 2015).

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