Preguntas y respuestas 

Comisión Doctrinal – International Catholic Charismatic Renewal Services

Anno 2017

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Si el sacramento de la confirmación se aplaza hasta que el receptor llegue a la adultez (mayor de 18 años) y toma la decisión de manera voluntaria, ¿es necesario el bautismo en el Espíritu Santo?

Esta es una pregunta comprensible ya que el bautismo en el Espíritu Santo es un don esencial y concebido en el sacramento de la confirmación. Sin embargo, la experiencia confirma que puede haber una enorme diferencia entre la realidad objetiva de lo que Dios hace cuando se administra un sacramento y su materialización subjetiva en el receptor.

Desde el punto de vista objetivo, el catecismo declara que «el efecto del sacramento de la confirmación es la efusión especial del Espíritu Santo, como fue concedida en otro tiempo a los apóstoles el día de Pentecostés» (1302). Por lo tanto, cuando el sacramento de la confirmación se celebra eficazmente, ya sea para un niño, un adolescente o un adulto, debemos afirmar por fe que la imposición de manos del obispo imparte el don del Espíritu Santo.

Desde el punto de vista subjetivo, el catecismo afirma que «los frutos de los sacramentos dependen también de las disposiciones del que los recibe» (1128). La publicación de ICCRS titulada Bautismo en el Espíritu Santo, basada en los escritos de santo Tomás de Aquino, desarrolla este tema: «Varios factores, tales como la predicación deficiente de la palabra de Dios, una fe tibia, la falta de arrepentimiento de los pecados, una preparación insuficiente, una falta de comprensión sobre la realidad de los sacramentos, una mentalidad secular, u obstáculos psicológicos o espirituales pueden impedir que los sacramentos sean plenamente fructíferos». Por ende, aunque los sacramentos siempre confieren gracias, nunca podemos asumir que son fructíferos «automáticamente» en la vida de una persona.

Las Escrituras nos muestran que con cada grupo de nuevos cristianos que entraba a la Iglesia, los apóstoles estaban muy pendientes de lo que experimentaban. Buscaban asegurarse de que los nuevos creyentes experimentaran lo que ellos mismos habían vivido: que las personas realmente fueran revestidas «de la fuerza que viene de lo alto» (Lc 24, 49). Esto sucedió, por ejemplo, para los nuevos creyentes de Samaria, de Cesarea y de Éfeso (Hch 8, 17; 10, 44-45; 19, 6).

En el caso de Cornelio, Pedro compartió después con la iglesia de Jerusalén cómo había sido testigo de los signos de las lenguas y la oración espontánea, al declarar: «bajó sobre ellos el Espíritu Santo, igual que había bajado sobre nosotros al principio; entonces me acordé de lo que el Señor había dicho: “Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados con Espíritu Santo”» (Hch 11, 15-16). Esta evidencia fue fundamental para los que habían desafiado a Pedro, quienes «oyendo esto, se calmaron y alabaron a Dios diciendo: “Así pues, también a los gentiles les ha otorgado Dios la conversión que lleva a la vida”» (Hch 11, 18). Claramente, la evidencia visible del bautismo en el Espíritu Santo fue una parte esencial del entendimiento de la Iglesia sobre la vida cristiana, incluso cuando a ningún efecto (tales como las lenguas, por ejemplo) se lo consideró una «prueba decisiva» de haber recibido el Espíritu Santo.

La parte I de la publicación de ICRRS trata estos efectos característicos del bautismo en el Espíritu. A pesar de que difieren en cada persona, los nombrados a continuación son comunes:

  • un encuentro personal con Jesús, experimentando su amor inefable;
  • una fuerte consciencia del Espíritu Santo y sus dones sobrenaturales;
  • liberación de las tendencias pecaminosas;
  • sanación de las relaciones;
  • experiencia profunda y viva de la misa;
  • experiencia profunda y real de las Escrituras;
  • oración en lenguas;
  • despertar de otros carismas;
  • consciencia sobre el combate espiritual;
  • deseo fervoroso de evangelizar.

El hecho de que alguien reciba la confirmación de adulto (18 años o mayor) no es garantía en sí de que este fruto empírico y personal del bautismo en el Espíritu Santo suceda. Las personas reciben la confirmación por diversas razones: porque tienen el deseo de crecer espiritualmente, porque simplemente saben que se supone que lo hagan, o tal vez porque la confirmación es un requisito para casarse por la Iglesia. En casos como estos, puede que no estén preparados como es debido para entregarse por completo a Jesús, lo cual es el aspecto clave del bautismo en el Espíritu. Por otro lado, los niños menores de 18 años, a veces incluso niños de siete años, pueden ser capaces de entregarse por completo. Por lo tanto, el factor fundamental no es la edad sino la fe, el arrepentimiento, la comprensión, la buena preparación, la entrega a Jesús y la apertura al Espíritu Santo y sus dones.

Se debe utilizar un enfoque pastoral cuidadoso para ver si el individuo ha experimentado dichos efectos. Puede ser útil orientar a la persona con una lista como la mencionada anteriormente. Si estos frutos son evidentes, nos regocijamos por la gracia incalculable que se ha derramado en su vida. Si no es así, podemos invitarla a un seminario de vida en el Espíritu o podemos ofrecerle oración para que reciba el bautismo en el Espíritu Santo y así pueda experimentar la plenitud de lo que Dios le tiene reservado.

Podemos hacer lo mismo que hizo san Pablo, quien escribió dos veces en 1 Corintios, «porque yo os transmití en primer lugar, lo que también yo recibí» (1 Cor 11, 23: 15, 3). Los que recibimos el bautismo en el Espíritu Santo tenemos la profunda obligación de «transmitirlo» en cualquiera de las tantas maneras que se encuentran en la Renovación Carismática. Podemos estar confiados de que Dios mismo busca restaurar los frutos normales de la confirmación, y, mientras tanto, oremos para pedir el bautismo en el Espíritu para cualquiera que esté dispuesto a recibirlo.

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