Preguntas y respuestas
Comisión Doctrinal – International Catholic Charismatic Renewal Services
Anno 2010
La Comisión Doctrinal ha recibido varias preguntas en respuesta a una columna publicada por el servicio de noticias de Zenit el 24 de agosto, con respecto a si está permitido hablar en lenguas en Misa. El autor de la columna, el P. Edward McNamara, LC, cita un documento de 1994 de la Conferencia Episcopal Brasileña y concluye que “no está en conformidad con el carisma auténtico de la Renovación Carismática Católica hablar en lenguas durante la Misa”. Sin embargo, el documento de los obispos brasileños no apoya esta conclusión. Nos gustaría aclarar este asunto para disipar cualquier confusión que pueda haber causado entre los miembros de la RCC.
El documento de los obispos brasileños tenía la intención de tratar situaciones pastorales específicas en Brasil y no se refiere a la Iglesia universal, aunque contiene algunas directrices útiles. Como hace notar el P. McNamara, el documento hace una distinción entre “orar en lenguas” (oración dirigida a Dios) y “hablar en lenguas” (un mensaje dirigido a la asamblea). Sin embargo, pasa por alto la relevancia de esta distinción para esta cuestión. Su conclusión se refiere a “hablar en lenguas” durante la Misa sin darse cuenta de que lo que normalmente sucede en las liturgias carismáticas es “orar en lenguas”. Los obispos no dicen que orar en lenguas no deba tener lugar en la Misa, sólo que los servidores no deberían pedirlo específicamente. Ni tampoco prohíben “hablar en lenguas”; sólo dicen que no debería suceder a no ser que también haya un intérprete.
Al considerar el uso adecuado del don de lenguas, es importante reflexionar en la enseñanza de San Pablo. Pablo habla de lenguas en 1Corintios en el contexto de instrucciones sobre las asambleas litúrgicas de la iglesia (1Co 11-14). Describe las lenguas como una forma de oración bajo la influencia del Espíritu Santo; es orar o cantar “con el espíritu” (1Co 14, 15). Al decir que el que habla en lenguas “dice en éxtasis cosas misteriosas en el espíritu” (1Co 14, 2), Pablo indica que la oración en lenguas es una oración pre-conceptual, pre-verbal: una oración del corazón que expresa la alabanza en alta voz pero sin palabras. Pablo corrige ciertos abusos en los Corintios en los que las lenguas estaban siendo demasiado destacadas en detrimento de la profecía y otros carismas que tienen una capacidad mayor de edificar el Cuerpo de Cristo (1Co 14, 1-17). No obstante dice, “Mi deseo es que todos ustedes tengan el don de lenguas” y “Yo doy gracias a Dios porque tengo el don de lenguas más que todos ustedes” (14, 5; 18). En otro pasaje Pablo advierte a los cristianos: “No extingan la acción del Espíritu… examinen todo y quédense con lo bueno.” (1Tes 5, 19-21). Y específicamente amonesta, “no impidan que se hable en un lenguaje incomprensible” (1Co 14, 39).
Los escritos de los Padres de la Iglesia también ayudan a ilustrar esta cuestión. Muchos Padres se refieren al júbilo (jubilatio), una forma de orar y cantar en voz alta sin palabras. Sus descripciones del jubilatio son notablemente parecidas a nuestra experiencia de orar o cantar en lenguas hoy. San Agustín explica: “Uno que se llena de júbilo no pronuncia palabras, sino un determinado sonido de alegría sin palabras: pues es la voz del alma manando en alegría, expresando, hasta donde le es posible, lo que siente sin reflexionar en el significado. Llenándose de alegría y júbilo, un hombre utiliza palabras que no se pueden decir y entender, sino que simplemente deja que su alegría se desborde sin palabras; su voz entonces parece expresar una felicidad tan intensa que no la puede explicar” (En. en Salmo 99,4).
Agustín no permite simplemente sino que urge a su congregación al júbilo: “Llénense de alegría y hablen. Si no pueden expresar su alegría, llénense de júbilo: el júbilo expresa su alegría si no pueden hablar. Que su alegría no sea silenciosa” (ibid., 97.4). San Gregorio Magno añade: “Pero lo llamamos jubilus, cuando concebimos tal alegría en el corazón que no podemos darle rienda suelta por la fuerza de las palabras, y sin embargo el triunfo del corazón da rienda suelta con la voz lo que no puede proclamar por la palabra. Ahora bien se dice con toda la razón que la boca está llena de risa, los labios de júbilo, ya que en esa tierra eterna, cuando la mente del justo es llevada en éxtasis, la lengua se eleva en canción de alabanza” (Moralia, 8.89; cr. 28.35) Muchos otros Padres escriben de manera parecida. ¿Qué ocasión más adecuada puede existir para esa alegría desbordándose en alabanza sin palabras que en esos momentos de la liturgia donde hay sitio para una respuesta de canto o alabanza, como el aleluya o después de la comunión? De hecho, el júbilo con melodías improvisada fue una parte normal de la liturgia durante siglos, y tuvo una influencia significativa en el desarrollo de la música de la iglesia medieval.
Estos antecedentes nos ayudan a darnos cuenta de que el don de lenguas no es algo “externo” introducido en la liturgia; más bien, es un modo de cantar u orar bajo la dirección del Espíritu. Desde luego pueden existir, y a veces existen abusos del don de lenguas en Misa. Pero las lenguas en sí mismas son una obra del Espíritu, un don que nos conduce a una alabanza más fervorosa, a una entrega más profunda y a una comunión más íntima con el Señor. Innumerables personas de la RCC pueden dar testimonio de que esto es así.
También es importante recordar que los Papas desde los primeros años de la RCC, desde Pablo VI a Benedicto XVI, han apoyado y alentado totalmente a la Renovación como movimiento de la Iglesia. En varias ocasiones los Papas han celebrado Misas con grupos de la RCC en las que hubo canto y oración en lenguas. Muchas conferencias episcopales han publicado mensajes confirmando a la RCC y la renovación espiritual que ha aportado a millones de fieles. Los lectores interesados en saber más sobre las declaraciones de los Papas con respecto a la RCC pueden consultar el libro de ICCRS, “Then Peter stood up…” (Entonces Pedro se levantó…) Colección de los Discursos de los Papas a la RCC desde sus orígenes hasta el año 2000.
Las declaraciones de los obispos con directrices específicas deberían leerse a la luz de estos discursos.
Los miembros de la RCC de todos los países están alentados a mantener buenas relaciones con su iglesia local, y a seguir fielmente cualquier directriz dada por sus obispos.